jueves, 22 de noviembre de 2012

Triángulos de cuatro lados


No me arrepiento, y tras haber repetido, menos sentido tiene arrepentirse. Sin embargo, ese nudo en el estómago me hace pensar que lo he hecho mal. No tengo a nadie a quien dar explicaciones, pero he faltado a una de las reglas de la amistad. Me siento mal viendo que alguien aún alberga esperanzas y no poder hacer nada. Pero, ¿cómo le hago ver que debe olvidar? ¿Cómo lo hago sin explicarle lo que sé, sin explicar cómo me he enterado?
Sólo me queda esperar, seguir actuando como una espectadora más y a la vez intentar arroparla y abrirle los ojos intendando hacerle el menos daño posible.

A pesar de esa mancha de culpa me siento bien, despertando, nadando en un terreno que hacía tiempo tenía abandonado, volviendo a sentirme viva y capaz. Olvidando las inseguridades y alimentando mi subterránea autoestima.

Pero ahí sigue el eje principal, a pesar de lo que ha pasado estos últimos días. Pensé que me ayudaría a hacerme más fácil el camino de retirada, pero sigues estando muy presente. Sigo prefiriendo estar sentada frente tuyo, en silencio, tan sólo con el murmullo de la tele de fondo mientras te veo descansar. Sonrío cuando me preguntas quién es, cuando me interrogas y me aconsejas y te ofreces para defenderme de quien pretenda hacerme daño. Y en el fondo creo que deberías defenderme de ti mismo.

Me siguen afectando tus problemas. No puedo evitar preocuparme cuando te veo como hoy, cuando aprietas la mandíbula y tu sonrisa no aparece, cuando tu mente te controla de esa manera. No he pasado por nada igual, no puedo ponerme en tu lugar y me cuesta ayudarte. Pero te escucho, intento entenderte y te tiendo la mano. Y pienso que me gustaría ser yo parte del problema, que esto que he hecho sea una de esas cosas que se te han venido encima. Un minuto después lo dices y es la única broma que haces en toda la tarde. 

Parece que la reacción tuvo lugar en la persona equivocada -.-

 

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