miércoles, 19 de diciembre de 2012

Escribo por no pensar

Escribir por no pensar, pero terminar escribiendo sobre lo que no quiero pensar. Yo y la pescadilla que se muerde la cola.

19, un mes. Y no lo estoy celebrando. Cada día un poco más oficial, poco a poco va conociendo más de mi, voy dejando ver sentimientos y voy conociendo un poco más de él. Quizás un mes le ha dado tiempo a pensar, a valorar lo que siente y a tomar una decisión. En ello está ahora mismo, mientras yo escribo. Decisión que tomó mucho antes de ese 19, pero donde no estaba yo, donde dejó una puerta abierta, por la que se colaron las ilusiones de ella. Hoy será un día a señalar, no sé si para bien o para mal. Si cerrará definitivamente esa puerta o seré yo la que tenga que salir por ella. Quiero dejar de sentirme culpable.
Recuerdo su voz insistiendo en que confíe en mi, en que me valore, que no soy inferior a nadie. Que soy yo el presente. Pero imposible ignorar al pequeño diablillo que se asoma por detrás de mi oreja izquierda. Y con él viene el miedo, miedo a dejarme llevar y sentir sin que sientan, como otras veces.

Un día que pudo terminar con una sonrisa como tantas otras veces lo ha hecho tras pasar un rato contigo, por quién empecé este blog. Hoy ha sido un día de esos que hubiese enmarcado hace meses. Almuerzo contigo, y te tumbas a descansar sobre mis piernas, mientras te acaricio para que duermas. Pero ya no me tiemblan las manos al hacerlo, ni deseo ir más allá de tu cuello. Nadie entenderá nunca lo que tenemos, sólo tu y yo, sólo pizzigato y la gata de cola blanca. Y no quiero renunciar a esto, porque sabes que he aprendido mucho de ti, porque tu también has aprendido de mi.

Qué fácil hubiera sido todo si desde abril hubiese aceptado esa invitación a tomar algo. Si hubiera cogido el teléfono el día que me apeteció tomarme un café con él. En ese momento estabas tu por delante, y ahora que sé lo que realmente eres para mi espero que no sea tarde. No quiero perderle, no quiero perderte a ti, que me entendáis los dos. Por pedir pediría que os diérais la oportunidad de conoceros de verdad y la posibilidad de llevaros bien, porque sería mucho más fácil... 

No pido tanto, no quiero un final feliz...

 















...sólo quiero serlo


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Sin encontrar un orden lógico


Más de una semana sin escribir, sin contar y sigo sin saber por dónde empezar. Es tan grande el lío que tengo en la cabeza y la velocidad a la que va el pensamiento que mis dedos no saben qué escribir. Escribo y borro, intercalo una idea, vuelvo al principio y me doy cuenta que el siguiente párrafo me contradigo.

Supongo que es el reflejo de mis sentimientos, de un momento a otro no sé que siento, por quién lo siento, si debería sentirlo. Pienso que no, que mejor me quedo como estaba, que esto sólo puede traer problemas y me descubro al par de horas esperando, casi dormida en el coche, a que regrese. Tan sólo para darle un abrazo. 
Intuyo su juego a dos bandas, y se lo explico a ella, intento abrirle los ojos mientras yo cada vez los cierro más. No sé. No sé nada. Sé que ella no me miente, aunque habla con ojos de ilusión, la ilusión de que vuelva eso que perdió. Pero quien debe zanjar el tema no lo hace, y eso es lo que hace que yo mantenga este revuelo de dudas. No se lo puedo pedir, no tengo ningún derecho a hacerlo. Soy la última en entrar en esta película, donde probablemente me haya tocado hacer el peor papel. Y si le pidiera que renunciara, él también me podría pedir que renunciara yo, porque al fin de cuentas tu eres su rival, al igual que ella es la mia. No puedo pedirle que deje de tratarla como la amiga que es, sabiendo que yo no puedo renunciar a tus abrazos.

martes, 4 de diciembre de 2012

Apuestas perdidas

¿Hemos hecho una apuesta? ¿Hemos apostado lo que yo creo que hemos apostado? ¿Para qué?

Ah, vale, si, lo entiendo... No es de hombre reconocer que te fastidia que estas últimas semanas no seas mi prioridad, que esté poniendo mis ojos más allá de ti y que me comporte como tú mismo lo haces. Es más masculino hacer esta apuesta. Y menos mal que aún no sabes con quién he pasado esas tardes. Tan iguales y tan diferentes. Si fuera más fácil, si no tuviera tantas dudas y opiniones de tanta gente ya me hubiese lanzado al vacío. 

Al fin y al cabo lo que ahora tenemos tu y yo es lo mejor que podemos tener. Somos confidentes, aunque no te dé nombres, y esperar algo más es hacerme daño, tanto si llega como si no. Sé que no soy una más, lo has reconocido cuando te he demostrado que no voy a esperar, pero ahora no sé si quiero seguir más allá. Aunque reconozco que tengo miedo de perder tu amistad si esto que va naciendo por otro lado llega a algún sitio más allá del parque. 

Por ahora ya sabes lo que hay y no sé si eso es lo que ha provocado que estrechemos las manos en una apuesta que ya doy por perdida.