lunes, 8 de octubre de 2012

Un lunes nunca puede ser perfecto

... aunque lo parezca.

Me desperté con su sonido, sabiendo que eras tú el que me daba los buenos días de esa forma. Lo interpreté como una señal de que el día iba a ir bien, como tantas veces me pasa. 

Efectivamente, el día empezó bien, llamada de trabajo a media mañana que me da un pequeño respiro durante una semana y me permite estar cerca. Luego ese encuentro, tu agobio y mis ganas de abrazarte y calmarte, pero hay lugares que no son los adecuados. Aún así algo debimos dejar entrever, porque algunos notaron eso que no sé si existe entre tu y yo. Confiarme tus cosas, pedirme ayuda es otra cosa que me hace sentir que me necesitas y sabes que intento ayudarte más allá de donde llega mi mano.

Pero los lunes parece que no pueden ser perfectos, por algo no le gustan a nadie. Busco un hueco, los últimos veinte minutos, para buscarte y hacer lo que antes no pude y me quedo de piedra al llegar y verla allí. Me rondó por la mente esa posibilidad cuando vi que estaba cerca, pero no le dí más vueltas, ya me prometí no preocuparme por cosas que no sé si pasan. Y exacto, allí estaba. Me trago la rabia, intento que no se note lo que en ese momento me atraviesa desde la espalda al pecho y disimulo. No soy capaz de mirarla a la cara, creo que se me va a notar en la mirada que la echaría a patadas de nuestro lugar. 

Una sonrisa, una broma. Me haces ganar un punto frente a ella y luego le das otro a ella frente a mi. Quizás piensas que es un empate, pero yo siento que la batalla de hoy tengo que darla por perdida. Al fin y al cabo será ella la que hoy te acompañe más allá de donde descansa nuestra amarilla y quién sabe si será ella la que te de ese abrazo de calma y algo más...


Debería modificar ese último párrafo, pero no lo voy a hacer, para que al releerlo cuando pase el tiempo recordar cómo me haces cambiar de ánimo en apenas nada. En el tiempo que ha pasado desde que lo escribí y ahora que estoy a punto de publicarlo me buscas, aunque sólo sea ese mensaje dejando caer que necesitas hablarme. Se me hacen eternos los minutos hasta que decido llamarte y darte con la voz ese abrazo que sé que me pides sin hablar. ¿O querías que supiera que ella no está?

2 comentarios:

  1. Te mando un abrazo, porque creo que hubo un momento en el día de ayer que no era otr@ quien lo necesitaba, si no tú.

    ResponderEliminar
  2. No lo había pensado hasta que leí tu comentario. Quizás si, pero ya sabes lo que pasa... Muchas veces deseamos tanto que otros estén bien que nos olvidamos de nosotros mismos. Gracias preciosa!

    ResponderEliminar